#SocialMierda

No sé por qué me paso por aquí a escribir y publicar algo justo después de la mierda de año que nos ha tocado en gracia. Después de tanto tiempo sin aportar más leña a este fuego de humo, a esta corteza sin núcleo en que se ha convertido el #socialmierda, aquí estoy vomitando palabras.

Será que hoy tengo tiempo (libre; porque tiempo todos tenemos el mismo: 24×365), será que los quehaceres diarios hoy no me comen, será que me he liberado del manto irreal del éxito, será que entendí, y ya era hora, que aquí dentro está todo lo que quiero. Que el camino es el fin. Que el desapego al resultado no es más que disfrutar del aire que respiras mientras trabajas en ser mejor. Cada día, cada minuto, cada segundo… todo lo que no suma, resta.

Será que me apetecía contármelo. Porque esto ya no es para ti, ni para vosotros. Sino para mí y para nosotros, si quieres. Si por aquí pasaban 30 K/mes ahora pasarán 10 sin K, y no será porque yo los llame, sino porque ellos quieran pasarse. Y no será porque lo que aquí se cuece tenga algún valor añadido, palabro marquetiniano que siempre me ha encantado, sino porque tiene una verdad. La mía (me viene a la cabeza el genial título de un excelente libro de un fenomenal escritor y pensador: “Una historia de España”).

Recelo bastante de esta sociedad de la que formo parte. Confío infinito en el individuo, en algunos, pero no en el modelo que hemos conformado, del que me siento más responsable que nadie. No condeno al otro, yo soy uno de los responsables, y en nuestro favor he de decir que se nos fue de las manos. No vimos el peligro porque, en principio, no era peligroso. Sería como responsabilizar a los hermanos Wright porque la bomba atómica se tiró desde el Enola Gay.

Sin embargo, aquí estamos, hemos creado un Frankenstein que ya no nos obedece, y aun por encima nos manipula. Nos dirige. Nos conoce tan bien que anticipa nuestras decisiones. Un monstruo capaz de hacer tambalear una democracia como la estadounidense mientras nos espía en silencio, sin avisar de los próximos peligros. Un ente alienador que paraliza y abruma con ideales de sofá, ideas polarizantes y líos de alcoba.

Todavía recuerdo las partes buenas. Aquellas herramientas que democratizaban la comunicación, que nos permitían retomar antiguos lazos, abrazar lejanos intereses, aprender de los mejores, acercar almas y posturas. Pero llegó la necesaria monetización y todo se lo comió. Aquellas criaturas que engordaron a base de ingentes rondas de inversión necesitaban ahora pagar el gimnasio. Y no encontraron otra manera mejor que encomendarse a la más puta, la publicidad. Y no les fue mal, a ellos. Porque nos conocían bien, lo que nos hacía felices y lo que nos ponía tristes. Lo mejor, lo peor y lo inconfesable. Barreras amparadas en una LOPD de cristal que ni las fuerzas del orden pueden tumbar, pero totalmente transparentes a los ojos del Gran Hermano.

Y vendieron. Y cubrieron sus mansiones de impenetrable oro mientras edificaban fundaciones. Cosas con las que estoy muy de acuerdo, la primera y la segunda. Vender y ayudar. Ingresar, pagar y desgravar. Pero aquellos gigantes de las nubes olvidaron incluir en sus estructuras el contrapeso humano, el valor ético que garantizara su supervivencia en comunidad, término que en sus inicios osaron utilizar. No solo olvidaron, sino que, conscientemente, utilizaron su inmenso conocimiento de nuestros bajos fondos para dirigir nuestros actos hacia intereses mucho más allá del simple consumo. Y digo “simple”, porque lo que nos estamos jugando es mucho más que los cuartos.

Si el producto es gratis, tú eres el producto. Esto lo sabíamos. Lo que no sabíamos es lo que iban a hacer con nosotros. No sabíamos que seríamos, más que un producto, una herramienta para destruir todo aquello que nos hacía diferentes a los animales. No imaginábamos que un simple “Aceptar los términos” concluiría en un ataque al Capitolio.

Ahora en mi cabeza aparece otra imagen, la de Al Pacino y Russell Crowe en El dilema (Michael Mann, 1999), ante una decisión que les cambiará la vida, hundiendo su porvenir a cambio de salud mental, dignidad y satisfacción personal, al denunciar el abuso de las tabaqueras, que aun conociendo la adicción generada por el tabaco lo mantuvieron oculto durante años. Aquellos primeros pasos trajeron mucho después cierta regulación y pulmones fritos a las cajetillas. Previo paso por la negación y la hipocresía cimentada en el chantaje de los impuestos.

En nuestro caso, Jeff Orlowski ha lanzado la primera piedra con El dilema de las redes (Netflix). Curiosamente ambos, película y documental, comparten raíz: El dilema. Pero también comparten historias opacadas por el dinero y el poder. Y quizá, en breve, compartan chantaje recaudatorio.

Así las cosas y con la que tenemos encima, sigo sin confiar en el conjunto más allá de la suma de las partes. Pero algunas partes me inspiran confianza ciega. Soy optimista. He vuelto a ver los otrora famosos brotes verdes.

Comienza 2021. A ver…

Relacionado

2 comentarios en «#SocialMierda»

  1. Cuánta verdad en tus palabras, Orlando. Es triste comprobar que no aprendemos de nuestros errores, seguimos caminando obedientes hacia una sociedad de auténticos zombies y lo ocurrido en EEUU es prueba fehaciente de todo lo que comentas. Si el 2020 fué difícil, veremos qué nos depara el 2021. Espero que sea mejor y que despertemos del largo letargo y aprendamos a distinguir lo importante y a pasar de tantas banalidades que nos rodean. Feliz año.

    Responder
    • Hola Ángeles, gracias por pasarte por tu casa 😉
      Sinceramente, soy optimista en cuanto a los brotes verdes, pero no dejan de ser pequeños brotes dentro de un denso bosque. Confío en que podamos encontrar resguardo, pero no en que deje de llover. Como sociedad hace mucho tiempo que perdimos el rumbo y será harto difícil recuperarlo. Por otra parte, es tremendo el consumo de energía que se come el intentar cambiar el mundo. Quizá sea una actitud derrotista, incluso egoísta, pero cada vez más pienso que la clave de la felicidad está en saber qué guerras luchar. Aquello de para ti la razón, para mi la calma.
      Un saludo.

      Responder

Deja un comentario

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies