El miedo empresarial y la última meada del maratoniano
«Me toca las narices que me obligues a dar un me gusta para descargarme un libro cuyo contenido desconozco y, realmente, no sé si me gustará». Así comenzaba un email recibido hace menos de un mes. Ni siquiera se había molestado en saludar, y mucho menos en decorar sus delicadas palabras con un asunto, ese inútil atributo del correo electrónico que algunos trogloditas, entre los que me incluyo, utilizamos para aligerar nuestra existencia.